jueves, 21 de septiembre de 2017

El egoísmo, parte II.

Tengo una angustia en las tripas que lleva tu nombre. Lo sé porque muerde como tú lo hacías, con unas ganas tan insaciables que temo poder desaparecer de un momento a otro. Me palpo el cuerpo. Sigo. Pero no hay ni rastro de tus dientes. No hay restos. No hay nada. Te fuiste.
Tantas veces, tantas, deseé que no llegaras para no sangrarte cuando te fueras.
Tantas veces fui consciente de la inestabilidad de tus penas y quise quedarme para hacer música en tu pecho. Tantas.
Me he bebido todas las nanas rubias que nos mecían aquellas noches entre mi tormenta y tu vendaval.
Flotaban en mi habitación tus caricias inciertas y mis besos con lengua. Resbalaban con la saliva mis ganas por tu espalda, cogiendo carrerilla antes del salto al vacío que tú eras cuando no encontrabas en mi tus razones para quedarte un rato más.
Me devoro por dentro, como si pudiera tragarme desde el ombligo tras hacerme un ovillo entre tu abandono y mi redención.
Yo era tormenta, pero a veces tú eras el rayo. Fuiste más rápido que fuerte y te fugaste con tus dudas, dándole la razón a mis miedos. Ya no te admiran tanto como a tus silencios, tan exactos.
Seguiste el camino hacia tu horizonte rosa, que quisiste editar en blanco y negro y no puedo pedirte que vuelvas, así que tampoco voy a decirte que me alegro.
Simplemente estoy, me siento.
Tus palabras desbordaron los renglones que quisiste venderme, pero fui más fuerte que rápida y me mantuve en mi blanco perfecto, disparando de lleno a mis ganas de crearte, necesarias, siempre necesarias porque nunca más estabas.  Lástima que tu quisieras otra gama de blanco para tu negro.
Ojal-a me diera igual, pero siento todo lo que siento y lloro lo que no te escribo.
Tú, vendaval, otras veces eras la lluvia de mi tormenta y sólo te dejabas caer entre mis piernas.
Quisimos ser elementos naturales, libres en toda su extensión de alma y corazón, y lo único que hicimos fue desenmascarar así nuestra irracionalidad más humana.
Tú pensando en quedarte en mi invierno mientras esperabas a tu primavera mientras a mi cada vez me resultaba más difícil encontrar motivos para no florecer entre tus malas hierbas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario